12 de noviembre de 2011

Un paseo por el lado salvaje del cerebro

 Me he hartado y me hartaré de recomendarlo. Se titula El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Anagrama), y es uno de esos escasos libros capaces de enganchar desde ratas de biblioteca hasta suscriptores del Marca. Bueno, quizá a estos últimos no, pero en todo caso los relatos clínicos de Oliver Sacks tienen la cualidad de gustar a lectores (e incluso no lectores) de todo pelaje. Basta con acercarse con un poquito de curiosidad y los pacientes del doctor Sacks y sus extrañas enfermedades neurológicas ponen el resto.
Para que se hagan una idea, el relato que da título al libro trata sobre un hombre que sufre prosopagnosia. Traducido al cristiano, significa que el cerebro de este hombre es capaz de ver, oír, sentir y razonar perfectamente pero no puede establecer relaciones y emitir juicios personales. Este buen señor podía iniciar conversaciones con pomos de puertas, acariciar las cabecitas de las bocas de incendios o bien agarrar a su mujer por las orejas e intentar ponérsela en la cabeza. ¿Jevimetal o no?.
Pues bien, no digan que no les avisé. Oliver Sacks engancha, pero quizá les dé un poquito de insomnio y les haga preguntarse en qué oscuro plieguecillo de nuestra cabezota se fabrica eso que llamamos alma, memoria, conciencia y realidad. Vértigo total y diversión asegurada.  

4 de noviembre de 2011

Mucha muerte

Max Aub es uno de esos escritores no lo suficientemente conocidos pero sí lo bastante fundamentales. Su pasión por el microrrelato, sumada a su negro humor hispano-mexicano dio lugar a los famosos Crímenes ejemplares, negrísimos asesinatos narrados con una ejemplar economía de medios, un ejercicio de fina ingeniería palabrística que divierte tanto por lo que dice (poco) como por lo que no dice y queda sugerido (mucho). La bella y exuberante edición de Cuadernos del Vigía que presentamos aquí, rebautizada con el nombre de Mucha muerte, ha rescatado alguno de los crímenes ejemplares que aún permanecían inéditos y lo ha hecho así de bien

Y para muestra del genio de Max Aub, un botoncito:
“¿Ustedes no han tenido nunca ganas de asesinar a un vendedor de lotería, cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes? Yo lo hice en nombre de todos.”
“¡Que se declare en huelga ahora!”
“Lo maté porque estaba seguro de que nadie me veía.”
“Lo maté porque era de Vinaroz.”
“Había jurado hacerlo con el próximo que volviera a pasarme un billete de lotería por la joroba.”
“La maté por no darle un disgusto.”
“Lo maté porque no pude acordarme de cómo se llamaba. Usted no ha sido nunca subjefe de Ceremonial, en funciones de Jefe. Y el presidente a mi lado, y aquel tipo en fila, avanzando, avanzando...”
“Lo maté porque me lo dijo mi mamá.”
¡En el libro hay más y mejores! Corran a leerlo y, gentes de Vinaroz, no se lo tengan en cuenta al bueno de Max.